domingo, 31 de julio de 2011

De cómo Berlín (00) Consideraciones previas, alguna que otra suposición y equipajes.

                Vale, mañana empieza mi viaje a Berlín. No estoy demasiado nervioso, aunque la verdad es que ahora mismo me da bastante pereza. De todas formas, cualquier cosa es mejor que Zaragoza en Agosto, con una temperatura media superior a la media de gente que te puedes encontrar dando una vuelta de 2 horas por el centro. Supongo que estará bien. El vuelo sale a las 15:50, desde la T4, y debería llegar a las 18:50, hora a la que juega la selección sub 19 la final, una pena perdérmela. No me suele gustar ir en avión, aunque no creo que tenga una fobia seria. Simplemente, no me gusta no poder ver la cara de mi conductor. Pero en fin, el vuelo ha salido carico por aquello de no hacer escalas así que voy a confiar en el piloto.
                Desde Tegel, el aeropuerto en el que aterrizaré, cogeré el bus TXL y debería llegar en media hora o así a la casa en la que me alojaré. El 26 de la calle Thomasiustrasse. Tengo bastantes ganas de decirle a quien sea “Yo vivo en la calle el Tomasios”. La única información que poseo de mis anfitriones es que el jefazo se llama Theodor Bröcker. Respondió a un email que le envié muy rápido, el viernes a primera hora, por lo cual deduje que era posible que tuviera wi-fi. Pero en todo el fin de semana no me ha contestado a otro email que le envié –le aclaraba que no iba a llegar el domingo sino el lunes, espero que no esté esperándome ahora-, así que es probable que simplemente se conectara desde el trabajo. Pero bueno, son todo suposiciones. Voy a hacer otra suposición. Me trata de usted durante todo el correo, y me dice que espera que disfrute mi habitación. No de la vivienda en general, de mi habitación. Teniendo en cuenta que ni me va a hacer comida ni nada, existe una posibilidad bastante grande de que pase de mí y quiera tener como mucho una relación cordial conmigo. Pero bueno, ya se irá viendo. Al menos si esa es su posición supongo que me dejará meter a otras personas a pernoctar conmigo. Que yo estoy muy solicitado de noche. Espero que no me vuelva a tocar un viejo deforme y tambaleante como en Dublín, aunque resultó ser el puto amo. Pero el primer susto fue tremendo.
                A ver mañana cómo veo la ciudad. Por ahora mi padre me ha preparado unos itinerarios y eso, aunque no sé hasta qué punto seré capaz de cumplirlos de una forma medianamente responsable. Sí que intentaré ver todo lo posible la primera semana, para ir controlando la ciudad. Y a ver si hago unos cuantos amigos que me acompañen al menos para comer y cenar. Aunque en el equipaje llevo jamón y salchichón para unos cuantos meses. Además de eso, 17 camisetas, 6 pantalones, 3 jerseys, 1 sudadera y una especie de chaqueta-chubasquero con capucha que supongo que me será muy útil, porque está lloviendo bastante este finde.  Además llevo calzoncillos y calcetines. Por desgracia, no llevo 26 unidades, así que o tendré que repetir prenda varias veces o lavar a mano. O robarle calzones a Theodor. Por lo demás, mp3, portátil con pelis, móvil y poco dinero en efectivo. Con eso me manejaré.
                Y bueno, a falta de preparar el neceser y afeitarme un poco, que llevo una semana sin hacerlo y se nota, no me queda nada más que relajarme y esperar a que salga el vuelo. Sobre lo que ocurra en Berlín ni yo ni nadie (a excepción del Nostradamus soriano) sabe nada, pero probablemente todo el que se pase por aquí cada cierto tiempo podrá ser partícipe, al menos un poco, de la experiencia. Sin más dilación, besos y abrazos para todos por si acaso mañana el avión estalla o se estrella, un te quiero a aquellos que piensen que lo merecen y un os respeto a aquellos que no lo crean.

Y va, una canción que tenía que poner, aunque mi estancia vaya a ser temporal:




Auf wiedersehen!

jueves, 28 de julio de 2011

De cómo le doy al pesimismo preventivo (el peor viaje a Berlín posible)

             Eder García Ortega: "Si al final todo sale bien."

¿Os suena el típico capullo de clase que salía de los exámenes diciendo  que qué mal y luego sacaba como poco 9? ¿El típico brasas que siempre está preocupándose por lo que viene en vez de ocupándose de lo que tiene? ¿El gafe, el cagao, el pesimista? Pues ese soy yo. Y por lo general soy así por una única razón: no llevarme desilusiones. Soy un poco pesimista –aunque también es cierto que muchas veces caigo en el autoengaño- casi todas las mañanas de mi día a día. No me levanto pensando “Hoy va a ser un gran día”, sino que me digo “A ver si no me diagnostican cáncer”. Y por ahora de puta madre con eso. Pero claro, me enfrento a un viaje de 26 días en el extranjero y mis padres están teniendo que soportar mi imaginación apocalíptica. Por eso, para no seguir empeorando el ambiente familiar y mantener medianamente estable mi salud mental, voy a tratar de trasladar esa catarata de pensamientos negativos a este blog. Y lo haré proyectando el peor viaje a Berlín posible.
                Para empezar, un par de clásicos. El avión será una chatarra inmunda que difícilmente pueda mantenerse en el aire. La pedorreta provocada por sus motores sólo será superada por los roncopedos de la anciana narcolépsica que se siente a mi lado. A la tía le tocará la ventana, cómo no, pero preferirá analizar –entre cabezadas- mi cutis y darme consejos de afeitado a mirar el puto cielo. Probablemente estaremos rodeados de islámicos de aspecto sospechoso, todos cargados con cajas de cartón –claramente paquetes bomba- que me obligarán a mantener un ojo puesto en cada uno de sus turbantes. Y además seguro que desde el primer momento me apetecerá ir al baño, y yo a no sé qué distancia del suelo y con turbulencias NO VOY AL INODORO. Al llegar, otro clásico, mi maleta pasará a mejor vida –la adoptará uno de los islamistas, que vestirá a sus niños con mis camisetas como si fueran chilabas-.
Que conste que no soy racista, por mi tono de piel probablemente las autoridades alemanas me confundirán con uno de los mil posibles terroristas del vuelo. Además, sin maleta ni nada seguro que resultaré sospechoso y terminarán arrestándome. Pero no hay mal que por bien no venga, me llevarán en coche policial al barrio de chabolas donde me tocará vivir –por cierto, el Goethe Institut no me ha dado información de dónde viviré en realidad-. Quizá lo pase mal con los interrogatorios o el tacto rectal previos, pero al menos me ahorraré unos leuros en transporte. Ya en la casa, la familia me enseñará el barreño donde me tocará asearme y la hamaca que me corresponda. “Si necesitas algo, estaremos en la cocina”. La cocina estará a unos 4 kilómetros campo a través, en la tercera planta de su mansión.
Tras un sueñecito, acompañado por mosquitos y en medio de una boda gitana improvisada, descubriré que el medio de transporte más a mano para ir al centro (a unos 50 minutos en tren de mi humilde morada) será la burra de Herr Franziskaner, mi nuevo vecino. Sin cobertura ni enchufes (ya ni hablar de wifi), estaré incomunicado, porque las posibilidades de llegar al instituto montado en burra, teniendo en cuenta que lo más cerca que he estado de un caballo ha sido viendo Toy Story 2, serán nulas. Y claro, sube en la burra después de lo del día anterior, sin sillín ni nada, y dile en alemán que pal Goethe Institut. Es que no sólo será burra, también analfabeta. Pero claro, la tía al notar un peso se pondrá a correr como loca, e iniciaré un trayecto interminable por praderas, durante el cual nos alimentaremos de alfalfa, manjar que pronto valoraré como delicioso. Y la burra será mi única amiga. Y se llamará Platera. E inventaremos versos juanramonianos, y jugaremos al pilla pilla, y todo será precioso entre nosotros. Hasta que lleguen los sicarios de Franziskaner y se la lleven no sin antes darme una buena tunda tras la que me desmayaré.
A poco que me despierte iré a Alexanderplatz –ya, estaba fuera de la civilización y todo eso pero es MÍ peor viaje a Berlín posible- y ahí miraré el mítico reloj. En América aún será día 26 de julio, pero en Alemania ya estaremos a 27. En ese momento todas las horas del mundo pasarán a ser la alemana. Me sorprenderé, pero decidiré no darle mayor importancia hasta encontrar la forma de volver a casa –porque el final de mi viaje es el 26 y habré perdido el vuelo-. Llegaré al Goethe Institut de alguna forma penosa que ahora mismo no se me ocurre, y por supuesto me dirán que no me pueden devolver el dinero, ni darme un diplomilla aunque sea. Una chapita y un folleto es lo que me darán, sí. Y un adiós.
Desesperado, iré al aeropuerto más cercano. Con los pocos cuartos que me queden llamaré a casa. El teléfono lo cogerá mi madre, que llorará porque ya me daban por muerto pero lamentará haber gastado todo su dinero en la búsqueda internacional y en casas de apuestas. Sobre todo en casas de apuestas. Iré con mis 3,20 a Burger King pero para mi desgracia el menú ahorro habrá desaparecido. Todo lo que se podrá tomar serán Bratwurst. Y mientras esté pidiendo el letrero cambiará por Hamburger König. Al salir, veré tropas vestidas de negro desfilar. Y me meterán en un avión. De gratis. E irá a Zaragoza. Saragossa para los amigos.
El problema llegará en casa. Cuando mi madre me reciba hablándome en alemán. Y mi padre. Y me conecte a Tuenti y esté en alemán. Y ponga la tele y Mathias Wiese dé las Nachrichten con un perfecto acento muniqués. Y entonces me culpe más por haber dejado de lado un año entero el alemán.

PD: sí, sé que el final es regulerdo. Pero son las 3 de la mañana y no me daba para más.
PD2: lo de que mi novia me deje, me despidan del trabajo y me echen de la carrera, pierda todos mis amigos, me cambien la contraseña de tuenti y finalmente me diagnostiquen cáncer se da por descontado.
PD3: Si lo habéis leído entero, gracias, buen esfuerzo!







domingo, 24 de julio de 2011

De cómo aprovecho un viaje para resucitar un blog abandonado

                Holaaaa.
Qué nostalgia, esto del blog. Supongo que en algún momento pensé que sería capaz de mantener una actualización constante, pero al final –que no estuvo muy separado temporalmente del principio- me quedé en la segunda entrada. Ahora, más de 4 meses después de ésta, me dispongo a colgar una nueva, aunque el plan es terminar el verano con al menos unas 20 escritas.
En una semana me voy a Berlín y he decidido retomar el blog por una buena causa: contar mis peripecias por las germanías. Lo hago por varias razones, siendo la más importante el aburrimiento que siento ahora a finales de julio, más en Zaragoza, una ciudad muerta de noche. Es posible, teniendo en cuenta mi inconstancia, que a poco que me divierta y esté ocupado por ahí deje de actualizar, pero bueno, ya se verá. Además, he atravesado momentos de pánico en las semanas previas al viaje y no he encontrado en Internet información creíble sobre este tipo de estancias en el extranjero – en foros no soviéticos-, así que intentaré escribir lo que me vaya pasando de una forma que pueda resultar útil para alguien que se embarque en un viaje similar al mío. Asimismo, espero que lo que escriba aquí me sirva para recordar un poco las sensaciones y/u ocurrencias que tuve en los 26 días que pasaré en la capital de Alemania cuando quiera hacerlo.
Vale, en qué consistirá el viaje. En principio, estoy apuntado a un curso intensivo de alemán de 4 semanas –del 1 al 26 de agosto- en el Goethe Institut, situado en la calle Neue Schönhauser, a unos 9 minutos andando de Alexanderplatz según Google Maps. Ahí asistiré a clases, creo que de 13:00 a 17:00 o algo así, con la necesidad de buscar un lugar donde comer algo antes y después, porque la familia con la que me alojaré  no me dará comida o al menos no cobran por hacerlo. En realidad a mí lo que me importa de la familia es que tengan wifi, para poder soportar la vida bohemia y solitaria, salpimentada con trozos jamón, a la que me enfrentaré más que probablemente los primeros días del viaje.
Ya he estado en Berlín antes, con 14 años, pero la verdad es que no me acuerdo demasiado bien. Sí de que en el Love Parade, que ya no se celebra, había mucha marcha y todo el mundo iba desnudo. El plan que tengo es llegar a tener un conocimiento aceptable de la ciudad y saber moverme con soltura por los barrios más típicos. También pasármelo bien y eso. Para conseguir esto, lo que tengo pensado es hacer visitas por mi lado, a menos que encuentre acompañantes, claro, cada mañana de la primera semana antes de ir a clase. Así podré hacer de pseudo-guía –no creo que llegue a cicerone en menos de una semana-o consejero para un primo y sus amigos primero, que se supone llegarán a Berlín el día 7, y después para Sire y sus compañeros de interraíl, que se supone llegarán dos días después. También vendrán otras dos amigas como poco en mi estancia en Alemania, así que si consigo no hacer nuevos amigos y sentirme muy sólo tendré la posibilidad de apoyarme en todos estos visitantes.
Sobre el alemán, pues bueno, es un idioma que hablo desde los 4 años porque es lo que se hace en mi colegio de Zaragoza. Nunca he sido un estudiante brillante, la pronunciación no es lo mío y no tengo tanta intuición natural al usarlo como con el inglés. Y he perdido mucho nivel en un año, lo he comprobado en las pocas horas que he dedicado a repasar vocabulario y en los minutos invertidos en refrescar la gramática. Quizá estudie algo más esta semana. Pero bueno, espero poder moverme con soltura. De cualquier manera, en Alemania casi todo el mundo tiene buen nivel de inglés. Eso sí, como me eche amigüitos españoles me parece que va a ser poco rentable el curso (bastante caro por cierto).
Hasta qué punto pueden ser interesantes los relatos de lo que me haya pasado un día, no lo sé. Yo soy un poco egocéntrico, como me ha gustado recalcar en las cuatro o tres entradas de mis dos blogs, así que sobre todo escribiré sentimientos profundos, inquietudes existenciales, problemas morales y anécdotas estúpidas. No creo que valga un pimiento como reportero gráfico, pero alguna fotillo también haré. Y, aunque sea tangencialmente, supongo que tocaré temas interesantes para todo aquel que quiera pasar un tiempo en la ciudad, como costumbres, lugares a visitar o a evitar, productos baratos y que yo considere que son de calidad…En fin, que en principio en las próximas entradas esto se convertirá en un blog de autoayuda y casi un diario, pero supongo que a alguien le resultará interesante –al menos a mi madre-, así que lo haré ahí a lo loco y públicamente.

                PD: dudo que escriba una entrada de cómo viajo en avión.